Nuestra primera parada en territorio peruano sería en un lugar llamado Chachapoyas. No es un lugar cualquiera con un nombre un tanto curioso, sino que este pueblo recibe su nombre de la antigua civilización que habitaba la zona.
Los Chachapoyas eran una civilización pre-inca que habitaban las montañas del lugar. Su asentamiento más importante está unos cuantos de kilómetros y nosotros quisimos descubrir que enigma se esconde detrás de esta cultura.
El pueblo es de lo más tranquilo y recibe turismo, sobretodo local, pero se mantiene fiel a su tradición. La mayoría de sus habitantes viven gracias al cultivo y las tierras que poseen. Los pequeños negocios de abastos y tiendas son un sustento para apoyar la economía campesina.
Nuestro objetivo aquí era la visita a la fortaleza más famosa, Kuélap. Se dice que supera en importancia a Machu Picchu debido a su antigüedad, pues es pre-inca. Sus construcciones redondas y adornos lo evidencian. Pero llegar hasta aquí no es fácil.
Tomar la combi que te lleve hasta la población de El Tingo fue toda una odisea. Por temprano que te levantes tomar el transporte puede hacer demorarte por más de una hora. Nosotros viendo el panorama, y después de intentar que partiera hasta destino, desistimos y decidimos irnos a la salida del pueblo de Chachapoyas a probar suerte con el autostop. ¡Aún más difícil que alguien nos llevara de Chachapoyas a Kuélap del tirón!
Pero por suerte, no lo negamos, sucedió. Nos levantaron en la carretera una familia que iba a visitar ese día la fortaleza de Kuélap. No solo tuvimos la oportunidad de ahorrarnos el costo del boleto de la combi y la posterior caminata desde El Tingo, sino que además pudimos disfrutar de un día estupendo junto a esta familia.
Lo que más nos impresionó fue la carretera para llegar, no es apta para cardíacos. Discurre por la ladera de la montaña y va elevándose poco a poco. Bordea todo el valle hasta culminar en lo alto del Cerro Barreta donde está enclavado Kuélap.
En lo alto, una vez se visita el centro de interpretación, se andan unos dos kilómetros hasta las construcciones y se visita parte de lo que fue la fortaleza, pues gran parte sigue oculta por la vegetación o está siendo estudiada.
Entre grandes paredes, estructuras de antiguas construcciones y supuestos calendarios paseamos durante unas horas, disfrutando de las vistas del lugar y compartiendo con nuestros anfitriones las sensaciones de la visita.