Ubicado en pleno corazón del triángulo cafetero, Salento es un pueblecito de bonitas casas y calles empedradas que nos atrapó por unos días.
El pueblo se puede pasear rápidamente, pero merece la pena detenerse a cada instante para observar alguna de sus escenas cotidianas. Aquí, los hombres lucen orgullosos sus sombreros y se dedican básicamente a labores del campo.
Temprano por la mañana en la plaza central ya hay ambiente. Los jeeps, que aquí funcionan como taxis o transporte de mercancías, circulan por las calles dejando en cada lugar la mercancía que toca. La vida empieza y poco a poco se mezcla con los tantos visitantes que aquí llegan. A partir de cierta hora, los jeeps se dedicaran a transportar visitantes para hacer las diferentes visitas de rigor.
Los alrededores de Salento no tienen desperdicio. Por una parte, está el Parque Natural de Los Nevados, con las palmeras más altas del mundo en el Valle de Cocora, y por otra, las diferentes haciendas cafeteras, con las plantaciones de café de prestigio reconocido. ¡Y es que quién no ha oído hablar del café colombiano!
Y así nos pasaron los días. Uno lo dedicamos a visitar el Valle de Cocora, por el cual hicimos un recorrido circular de varias horas subiendo hasta La Montañita para luego bajar hasta el bosque de palmeras. Éstas pueden alcanzar una altura de 80 metros, aunque lo más común es que se alcen entre 40 o 50. La expansión de los campos de cultivo y de ganado han ido ganando terreno a éstos bosques, y la situación de la palmera es delicada.
Otro de los días fuimos a hacer una visita a Don Elias, un hombre que se ha dedicado toda su vida al cultivo de café y sabe muy bien cómo debe hacerse. Aunque no lo trabajó durante toda su vida en Salento, lleva suficientemente tiempo en la zona para saber exactamente cómo ha de tratarse el grano para que salga de la mejor calidad.
Nos explicó el proceso con mucha pasión, y detalle, respondiendo a todas las dudas que nos surgían. Él se dedica a hacer un café orgánico, más delicado y de reducido beneficio, pero más sano. Así, unos años atrás decidió montar las visitas cobrando una pequeña cantidad para añadir un ingreso extra a su pequeña empresa. Después de terminar la visita, se degusta el café que el mismamente prepara y sirve. Realmente es un muy buen café y da para seguir conversando durante otro rato más con este hombre sencillo y de palabra pausada.
El mirador del pueblo está en lo alto de una colina a la que se accede por unas escaleras. En la parte más alta, se dice ver un buen atardecer, del que nosotros no pudimos disfrutar porque estuvo tapado todas las tardes.
Lo que más nos atrapó del pueblo fue el ambiente relajado, el tiempo corriendo despacio y el sentirse durante unos instantes parte de ese escenario. Hay lugares que sin saber exactamente porque, invitan a quedarse más de lo previsto y Salento parece ser uno de esos.
2 comentarios
Teníais faena atrasada, eh? Hasta las fotos huelen a buen café! hummmmm
Hola Ecano!
Muy bueno el café colombiano, pero más bueno sabe tomarlo en Colombia.
Saludos,
Alberto y Sonia