Volvimos a Chile, era nuestro segundo contacto con este país. La primera fue en el gran Desierto de Atacama, antes de entrar a Argentina. No podemos decir que hubiésemos visto mucho, pero el segundo sello iba a estamparse en nuestro pasaporte.
Este país parece estar aislado del resto. La cordillera de los Andes se encarga de funcionar como una frontera natural con Argentina, ayudada por el desierto al norte, con Perú y el altiplano con Bolivia.
Esta vez sería su capital la encargada de darnos la bienvenida. Santiago de Chile es una gran urbe rodeada de montañas que se alzan a su alrededor y forman un embudo donde los edificios se han ido expandiendo para dar cobijo a los 6 millones de habitantes que la conforman.
Recorrimos la ciudad en busca de algo de su historia más reciente. El primer lugar al que nos dirigimos fue el Museo de la Memoria y de los Derechos Humanos. Aquí se recoge mucha información del régimen militar de Augusto Pinochet. Testimonios, documentales, música, objetos personales, cartas y documentos oficiales hacen de este museo, aunque aún quede mucha información por revelar, un tributo a las víctimas. ¡Y que sirva para concienciar a las próximas generaciones del sufrimiento e injusticia que representa!
Con toda la información, seguimos recorriendo la ciudad, paseando por el Palacio de La Moneda, lugar emblemático donde se desarrolló parte muy importante del golpe militar y donde Allende afrontó su cargo hasta que fue asesinado en combate por el Ejército sublevado. Seguimos por Plaza de Armas, Cerro Santa Lucía y disfrutamos de bonitos atardeceres con vistas al Costanera Center y a las montañas.
Aprovechamos uno de los días para acercarnos a Valparaíso. El primer y más importante puerto de mercaderías de Sudamérica y que guarda la misma esencia durante años y donde uno siente ese no sé qué que la hace especial. Sus edificios de arquitectura colonial española se mezclan con otros estilos europeos. En 1906 un terremoto azotó la ciudad y tuvo que ser reconstruida en gran parte, adaptando los estilos a los nuevos materiales. Sus calles parecen lienzos, tanto para los más habilidosos y con un talento para la pintura envidiable, como para los no tan mañosos.
Nuestro anfitrión en Santiago nos propuso ir de visita a Pichilemu, así que nos reunimos con él en este pintoresco pueblo costero y lugar de veraneo para muchos de la capital. Aquí los tantos visitantes capitalinos se dan cita los fines de semana para relajarse o salir de fiesta.
De aquí fuimos a Villarica un lugar precioso de veraneo, pero igual de repleto que el anterior debido a las vacaciones de los chilenos. El volcán que da nombre a este pueblo se alza al fondo del lago. Nos dimos un baño en un lugar único, pero algo repleto.
Nuestro paso fue rápido y salimos rumbo al sur. Como parada técnica, nos detuvimos en Osorno. Una ciudad tan sencilla que nos invitó a quedarnos varios días para descansar. Las casas, es lo que más nos gustó. La madera con esa esencia de usado y sencillez nos despierta un sentimiento muy agradable. Recorrimos la ciudad y nos relajamos, pero el camino debía seguir y nosotros teníamos rumbo fijo: la isla Chiloé.
No fue muy costoso llegar hasta la isla de Chiloé. El último camionero que nos levantó nos insistió tanto que teníamos que conocer su ciudad, Ancud, al norte de la isla, que decidimos hacer una parada previa aquí y modificar nuestros planes. Sara nos recibió avisándole a última hora sin ningún tipo de inconveniente y nos brindó la ayuda necesaria para que pudiéramos movernos y visitar los puntos más importantes. Nos quedamos un par de días y decidimos seguir nuestro recorrido por la isla, pero algo nos indicaba que no sería la única vez que visitáramos la ciudad.
Así que seguimos a Dalcahue. Un pueblito tan tranquilo y agradable que nos enamoró des del primer instante. La hospitalidad de la isla, la magia y el buen hacer de sus gentes nos cautivó de inmediato.
Aprovechamos nuestro paso por estar aquí para ir a visitar la isla de Quinchao aprovechando la feria costumbrista de Achao. Aquí pudimos conocer algunas de las costumbres chilotas.
En cuestión de comida, el curanto al hoyo se lleva la medalla, seguido del cordero al palo y el milcao. Se utiliza mucho el ahumado para conservar los alimentos y eso hace que los platos tengan un sabor muy característico.
Si por algo se caracteriza la isla, a parte por sus casas de madera de alarce, es por su variedad en papas, más de trescientas nativas. Pero no solo es comida Chiloé, también uno se sorprende cuando oye hablar de las mingas. Éstas son un ejemplo de solidaridad del pueblo chilote. Cuando un vecino tiene que mudarse a otra parte de la isla o a otra isla, todos los vecinos arriman el hombro y arrastran literalmente la casa, ayudado de bueyes o embarcaciones en caso que se tenga que cruzar parte del mar. Este concepto de vivienda es de lo más interesante para nosotros. ¿Para qué comprar una casa de ladrillo y cemento o construir una nueva de madera si ya la que tienes se puede mover de un lugar a otro? ¡La minga más espectacular es la que se hace por mar! Todo el esfuerzo se recompensa con una gran comilona popular a cargo del dueño.
Recorriendo un poco más al sur, Castro. Aquí Bernardo y Carmen nos recibieron de la mejor manera y compartimos con ellos buenísimas conversaciones y nos pusieron al día de la situación socio política de Chiloé. Durante esos días visitamos Chonchi y la isla de Lemuy. Lo que más nos gustó de esta pequeña isla fue recorrerla a dedo de punta a punta, todo en autos de lugareños que nos contaron las curiosidades de esta isla: historias de magia, modos de subsistencia, lugares a visitar… Llegar hasta Detif fue lo más impresionante, la isla se estrecha y se eleva, haciendo que se cruce una carretera elevada donde se puede ver el mar a banda y banda. ¡Unas vistas impresionantes!
La mayoría de estas islas, y la grande, en general se dedican al cultivo y la pesca, siendo el salmón el mayor diferenciador. Empresas que se asientan en los alrededores para construir criaderos de este pez y se dedican a la exportación a otros países.
Pero si algo une a todas las islas es que en la mayoría de ellas hay una iglesia típica. Aquí las iglesias no son cualquier cosa, son construcciones hechas de madera con formas y colores muy peculiares. Lo más curioso del asunto es que fueron construidas sin clavos ni pegamento, únicamente utilizando un sistema de tarugos para sujetar cada una de las partes. Y en cuanto a los colores, hay diferentes versiones, nosotros nos quedamos con que las pintaban de colores vistosos para que des del mar se diferenciaran los diferentes pueblos, así podríamos decir que funcionaban como una especie de faro para los barcos. Muchas de estas son patrimonio de la humanidad.
El muelle de las almas en Cucao es un lugar donde muchos visitantes deciden ir a tomarse una foto. Es un lugar donde un artista local decidió hacer su obra aprovechando las leyendas que se transmiten de generación en generación. El lugar es impresionante, los acantilados tan majestuosos que se eligió como el lugar donde las almas se despedían de la vida terrenal. En la parte inferior se oyen los aullidos de los lobos marinos. Según la leyenda, aquí el alma de la persona difunta venía a tomar la barca que la llevaría a la otra vida, y atrás dejaba su vida terrenal. Dicho artista, construyó un muelle en representación a esta historia y hoy se reúnen los visitantes y hacen cola para tomarse una foto en este lugar. El lugar bien merece una visita.
La isla nos atrapó, tenemos que reconocerlo, y las tantas historias que se cuentan nos cautivaban. Pero nuestro viaje tenía que seguir, o eso creíamos. Tuvimos que esperar una semana a poder salir de la isla debido a las fechas, recordemos que estábamos en plenas vacaciones chilenas. Con los boletos en mano, decidimos volver a Ancud y pasar unos días más con Sara. Pasados los días de espera, nos dirigimos a Quellón, la población más al sur de la isla y donde salen los botes que van hacia el continente.
Sí, habíamos decidido hacer un recorrido de un par de días por mar, que cruzara, como nosotros decimos, los fiordos chilenos y nos llevara hasta Puerto Chacabuco, la espera iba a merecer la pena. De aquí nos dirigimos a Coyhaique hasta Puerto Ingeniero Ibañez por tierra para tomar un bote que nos cruzara el lago General Carrera hasta Chile Chico. Nuestra puerta de entrada a Argentina, pero que explicaremos en el próximo post.
Volvimos a entrar a Chile, pero esta vez por el Paso Dorotea, entre las poblaciones de Río Turbio (Argentina) y Puerto Natales (Chile). Nosotros decidimos parar en Puerto Natales, un lugar ubicado en un paraje tan hermoso como insólito. Aquí todo gira en torno a las Torres del Paine, mayor atractivo turístico de la zona. Todo el que llega hasta aquí viene para ver las majestuosas montañas, acercarse al parque nacional y recorrer los senderos para admirar la belleza de las montañas. Todos menos nosotros, que decidimos dejarlo para una próxima posible ocasión. Hay muchas razones por las que se debe hacer la visita a las Torres, pero otras tantas por las que no se debería hacer y cada uno elige según su situación y criterio.
De todos modos, acercarnos a Puerto Natales para admirar su belleza fue una buena decisión, aquí pudimos admirar los alrededores, el enclave y la belleza que lo caracteriza. El mar penetra a modo de brazo y lo custodia las montañas de picos nevados. Las horas pasan rápido admirando las vistas del paseo costero.
Nuestra última parada sería en Punta Arenas, una ciudad puente para llegar hasta el fin del mundo. Nuestra parada técnica aquí fue con Sandra, una chica encantadora que nos brindó la mejor ayuda y nos enseñó que Punta Arenas es mucho más que un shopping para argentinos.
El cementerio tiene su historia, y es que los árboles y mausoleos hacen de éste un lugar peculiar, bien cuidado y un atractivo turístico. No suelen ser lugares donde apetezca mucho pasear o perderse sin rumbo, pero este hay que reconocer que tiene un punto interesante y ¡está lleno de turistas! Por el resto es una ciudad como la que hemos venido viendo hasta ahora, pero lo más interesante es su importancia portuaria. Su ubicación es clave para el transporte marítimo y la hace especialmente rica gracias al comercio. Los grandes cargueros se amarran en el puerto en el Estrecho de Magallanes mientras la mercadería sube, o baja, para ser transportada a otros puertos, cruzando esta parte tan remota del globo terrestre.
Y con este largo resumen de nuestro recorrido nos despedimos de Chile, ojala algún día regresemos para disfrutar de nuevo de este precioso país, sus gentes y lo que nos queda por recorrer.
4 comentarios
Ufff!! Necesitaré unas vacaciones para poder leer detenidamente toda la información recogida en esta entrega. Intensa e interesante, como siempre.
Un abrazo.
Es larga, sí, pero se no se tarda tanto en leer!:) De cualquier forma cada uno a su ritmo, este blog no va a desaparecer!
Un abrazo,
Alberto y Sonia
¡Vaya dos reporteros que estáis hechos!!!
Se os ve con la misma ilusión que el primer día.
Seguid disfrutando de la experiencia!!
Un abrazo.
Hola Alfonso,
Lo difícil va a ser parar, somos culos inquietos. Por cierto, has subido por Pirineos?
Un abrazo,
Alberto y Sonia