Poco se oye hablar del turismo en Bangladesh, y lo poco que nos llega a España son noticias trágicas de desastres medio ambientales. Datos. Una densidad de población por encima de lo razonable. Exportan todo tipo de recursos, y manufacturas, sobretodo textil. Mayoritariamente musulmán, con un 86% de la población. Ríos, hay unos pocos. Plano. Las montañas se encuentran al NE y SE. La mayor parte del país es un delta, formado por los ríos que nacen en el Himalaya. La gastronomía no es muy variada, pero les gusta comer. Y es que son tan dulces… en eso sí que ganan. El té, con leche condensada, las tiendas de pastelitos por todas partes. Nunca falta el azúcar. Todo esta en bengalí. Gobierno parlamentario. El presidente y el primer ministro, que es primera ministra, se eligen democráticamente. Su capital es Dhaka, frenética. Chittagong, capital comercial y uno de los puertos más importantes del mundo.
Su historia tampoco hay que pasarla por alto. Primero fue India (Bengala Oriental), luego Pakistán (Pakistan Oriental), hasta que decidieron que querían ser Bangladesh. ¡Vamos, que se han independizado dos veces! No les resultó fácil y pasaron una de las guerras civiles más duras de la historia. Duró 9 meses. Su principal motivo, entre otras tantas cosas, fue el idioma, que hoy defienden orgullosos y tanto se alegran cuando un extranjero entona alguna de sus palabras. Lo que más nos gusto es que el nombre del país lo eligieron sus habitantes. Bangladesh significa el país del idioma bengalí.
Visualmente el país en general está para pasarle un plumero, o una bayeta húmeda. De humedad creemos que van sobrados, sobretodo en los meses de monzón. Pero en época seca, hay polvo por todas partes, al menos cuando fuimos no llovió ni un solo día. Lo del polvo es literal, no bromeamos. La garganta carraspea, masticas arenilla y cuando te das cuenta los mocos son negros como el betún. Lo notamos desde el primer momento.
Cruzamos la frontera, llegamos a Benapole y empezamos a andar hasta la estación de tren, donde esperamos un largo rato a que llegara el nuestro. Los trenes, también tienen su qué. Los asientos llegaron recubiertos por una capa de polvo, como si hubiesen estado olvidados por una década. Y no era así, porque los vagones venían ocupados.
El tren nos llevó hasta Khulna, última parada de su trayecto, y del nuestro.
Khulna es una ciudad tranquila, a primera hora de la mañana. Pero durante el resto del día adquiere el carácter estándar bangladesí. En sí, el mayor atractivo de la ciudad es pasear por sus calles e impregnarse de la atmósfera, que no es poco. Estímulos nuevos a cada minuto y formas de hacer desconocidas. Esos detalles que poco a poco durante nuestro paso por el país iríamos entendiendo.
Llegamos a Khulna por dos motivos: conocer un patrimonio de la humanidad que se encuentra a unos cuantos kilómetros y conectar con nuestra siguiente parada vía barco. La posición de Khulna es estratégica. Se puede llegar en el mismo día desde la frontera, está situada cerca de uno de los más importantes atractivos del país y además te permite seguir el viaje por uno de los medios de transporte más interesantes que existen, el barco.
A unos pocos quilómetros al sur se encuentran los Sundarbans. El bosque de manglar más grande del mundo. Lo comparten entre India y Bangladesh, pero este último se llevó la parte más extensa. Dicen que es uno de los últimos lugares donde se puede ver el Tigre de Bengala en libertad. Eso sí, siendo el atractivo más llamativo del país, vale mucho dinero acercarse hasta aquí y disfrutar como es debido de este lugar. Así que, en este viaje, descartamos la idea de acercarnos.
Donde sí teníamos claro que queríamos llegar es a Bagerhat. En los alrededores de esta población hay uno de los Patrimonios de la Humanidad de Bangladesh.
Se trata de la Shat Gombuj Masjid o Mezquita de los sesenta pilares. 81 cúpulas. Construida por Kan Jahan Alí en el siglo XV con un estilo arquitectónico propio de la época y de suma importancia histórica. Este edificio fue declarado patrimonio en 1985. Pero más allá de su historia, nos agradó comprobar que no solo es un lugar turístico que visitar, sino que sigue usándose para el rezo diario. A ella acuden fieles musulmanes a diferentes horas del día. De hecho, la entrada se paga por la puerta principal, pero la mezquita tiene diferentes accesos por los que se puede acceder sin pasar por taquilla. El recinto de la mezquita es grande. Cerca de ésta hay un lago artificial con áreas para que las parejas disfruten de algo de intimidad, y en frente se encuentra la Singair Masjid, más modesta pero igualmente fotogénica.
Un poco más allá existen otras construcciones históricas y queríamos ir. Como es costumbre, pusimos en marcha nuestras piernas y empezamos a andar. No pasaron ni 5 minutos que un par de chicos se unieron espontáneamente a nuestro paseo. Entre preguntas y risas, se ofrecieron a enseñarnos el resto de lugares interesantes y pasaron la tarde con nosotros. En otro lugar hubiéramos sospechado de las intenciones, pero ya veníamos observando la gratitud que mostraban tanto los jóvenes como los mayores por el hecho que estuviésemos recorriendo su país, así que nos dejamos guiar. Al caso, estos chicos nos enseñaron la tumba de Kan Jahan Alí y su estanque, la Mezquita de las nueve cúpulas y un poco el entorno que rodea estos monumentos.
Llegados al punto donde nuestros caminos se separaban nos despedimos de nuestros improvisados guías y volvimos en busca de un autobús que nos llevara de nuevo a Khulna.
El autobús nos llevó hasta Khulna, pero no nos dejó en la parada que creíamos, si no al otro lado del río. Caprichos del viaje. Revisamos el mapa y confirmamos lo que veían nuestros ojos. El río Rupsha por ese punto no tiene puente que lo cruce. El puente más cercano estaba muy lejos para ir caminando hasta el centro de Khulna.
Aprovechamos para hacer alguna foto al entorno.
El río se cruza en unas barcas a motor, bastante rudimentarias, donde la gente se desplaza de pie para que quepan más. La gente sonreía al vernos subidos en esa barca y nos indicaban con gesto amable el precio del billete. En poco más de 5 minutos habíamos llegado a la otra orilla.
Hay veces que el mismo viaje te lleva por donde quiere o por donde quieres ir, pero no lo sabes hasta que llegas.
4 comentarios
Alberto, soy tu primo de Sevilla. Cada vez que entro en la página vuestra me quedo alucinado. No os deseo que lo paséis bien porque tiene que ser la leche hacer lo que estáis haciendo.
Yo cuando sea mayor quiero ser como tú.
Un abrazo
Hola Jose,
Nos alegramos mucho que nos sigas y que te guste. Nunca es tarde para empezar una aventura! 🙂
Un abrazo,
Alberto y Sonia
Como siempre, dais una envidia…!! Me encanta leer vuestras crónicas!!! Estoy aprendiendo tanto…!!
Un abrazo.
Hola Encarna,
¡Muchas gracias!
Un abrazo,
Alberto y Sonia