Un autobús nocturno que venía de Mashhad nos dejó a primera hora de la mañana en la ciudad de Yazd. Andamos varios kilómetros desde la terminal de autobuses hasta la casa de nuestro anfitrión, que se encontraba también alejada del centro histórico.
Yazd es una ciudad-oasis importante en el recorrido de la Ruta de la Seda. Las casas del centro están construidas en adobe y esto le da un aspecto de ciudad del desierto muy característico. No es casualidad o capricho, se encuentra entre los desiertos de Kavir y Lut. Calles laberínticas dan para perderse un rato y contemplar las joyas que a nuestro paso nos vamos encontrando. Destacamos varios monumentos como la Jameh Mosque o el complejo Amir Chakhmaq con su mezquita y caravanserai.
Los bazares en Irán es donde transcurre la mitad de la vida de la ciudad y nunca está de más visitarlos, pero si hay una cosa que defina a Yazd son sus torres del viento.
Los badgirs, usando la corriente de aire y el agua, eran los antiguos aparatos de aire acondicionado. Son fácilmente reconocibles ya que su forma cuadrada es inconfundible y los hay en cualquier calle de la ciudad antigua. Tan importante es el agua para la ciudad, que tienen hasta un museo donde se explica el sistema de almacenaje y distribución de este bien. Basta prestar atención en los detalles mientras se pasea por la ciudad. Repartidos por las diferentes calles, hay unos accesos al sistema de distribución de aguas. Se trata de unas escaleras que conducen a unas cisternas, que al mismo tiempo servían para medir el nivel de agua disponible. De la misma forma, algunas casas tenían acceso directo a este sistema.
Pasamos a visitar el Atashkadeh-e Yazd, un templo zoroastriano donde hay una llama que, dicen, perdura encendida desde la construcción del templo. No es un lugar demasiado interesante ya que no hay demasiada información acerca de la religión, apenas los principios en los que se basa y el libro sagrado, el Avesta. El zoroastrismo es una importante religión monoteísta de la antigua Persia, fundada por Zaratrusta. Pese a que con el paso de los años el islam se ha impuesto de forma contundente en el país, aún quedan seguidores zoroastrianos.
Los días que estuvimos, que no fueron muchos, también lo dedicamos a nuestro anfitrión y sus amigos yendo a un local a beber té y fumar shisha, mientras nos ponían al día de la actualidad de su país. Y es que a la sociedad iraní, sin duda, le gusta mucho, muchísimo, su país y se lo conocen muy bien.