El vuelo que reservamos para llegar a la isla de Sri Lanka llegó a horas intempestivas. No nos quedó más remedio que esperar que amaneciera para salir del aeropuerto y poner rumbo a pie hasta la estación de Katunayaka, a unos 4 kilómetros. Teníamos la intención de llegar ese mismo día a Anuradhapura, concretamente a Mihintale. Allí nos esperaba Jay, nuestro couch por unos días. Desde Katunayake, por poquísimas rupias cogimos un tren hasta Ragama y aquí hicimos cambio a otro que nos llevó hasta Anuradhapura. No sabíamos si esta combinación funcionaria, pero resultó que sí. Además, muy económica y sin necesidad de llegar a Colombo, la capital de Sri Lanka.
A Anuradhapura y Mihintale, junto con Polonnaruwa, se las conoce como el triángulo cultural de Sri Lanka. Lo malo de estos sitios arqueológicos es la carísima entrada a pagar, cosa que no hicimos, pero pudimos ver rincones donde no fue necesario. Sobretodo en Anuradhapura, puedes ver extensiones de dagobas de lo que algún día este reino fue. También el Sri Maha Bodhi, un árbol sagrado que recibe cientos de peregrinos cada día. Mihintale, tiene una cima con una dagoba que se cuenta que es donde nació el budismo en la isla. Lo que más nos gustó fue Kaludiya Pokuna, un lago con unas ruinas y un paisaje realmente bonito. Lo vimos lloviendo y el lugar tenía su magia.
Como descartamos ir a Polonnaruwa, nos fuimos hacia el siguiente destino, Sigiriya. Queríamos ver paisajes naturales. No podemos llamar población a Sigiriya, así que lo llamaremos asentamiento desperdigado por la zona. Mucha casa dedicada exclusivamente al turismo y restaurantes a precios muy por encima de la media es lo que encontramos. Lo positivo, un paisaje que nos gustó muchísimo. No subimos al reclamo turístico de la Lion Rock, pero realizamos una ruta circular por la base de la roca de Pidurangala, visitando los restos arqueológicos del mismo nombre y Bodikaraya. Posteriormente, subimos a la cima a contemplar las vistas. De lo mejorcito que hicimos en el país.
Pusimos rumbo a Kandy. Pasamos solo un día, y a parte de dormir en una habitación muy dejada y llena de telarañas, visitamos los alrededores del templo del diente de buda y dimos unos cuantos paseos por el lago. Pero si por algo en nuestro viaje destaca Kandy es que, casualidades de la vida, nos encontramos en una misma tarde a Mariona, una chica que conocimos hace ya unos meses en McLeod Ganj, y a Dani, un amigo de nuestra vuelta al mundo. ¡Hemos coincidido en muchas partes del globo!
Con la alegría de los reencuentros, pusimos rumbo a la denominada provincia de las Tierras Altas de Sri Lanka. Lo hicimos en un tren que recorre desde Kandy a Haputale, un paisaje precioso lleno de montañas de té. Otro must en el país que no debería de faltar, sea el recorrido más corto o más largo, según se elija. Aquí conocimos a unas mujeres muy viajadas y jubiladas de La Coruña, con las que mantuvimos una agradable conversación, y hasta nos invitaron a jamón ibérico que se habían traído de España. ¡Solo nos faltó, la copa de vino para rematar!
La masificada costa Sur de Sri Lanka no acabó de encajarnos. Mucho comisionista de autobuses privados, algún cobrador listo de los públicos y mucho tuktukero pesado con ganas de no trabajar. Hello! Tuk-tuk? Where are you go (ing)? ¡Solo con los extranjeros, claro! Teníamos que estar pendiente y esto acabó de empañar un poco los últimos días en el país.
Tangalle es una población de pescadores más o menos tranquila. Las playas de los alrededores como Medaketiya, Tangalle o Goyambokka merecen una visita, y a pesar del fuerte oleaje que se gasta la zona, dieron para el baño.
Mirissa es otra población con playa. Para nuestro gusto bastante masificada, pero en la que nos encontramos cómodos disfrutando del mar como unos turistas más, y gracias también al lugar donde nos hospedamos: familiar, cercano a la playa y previo pago acordado, cada día nos preparaban comida local, 100% Lankan style. Los mejores rice and curry de todo el viaje sin duda. Si se busca un poco más de tranquilidad Weligama puede ser una mejor opción y con servicios más económicos.
Desde Mirissa nos acercamos un día a visitar Galle. Sobretodo, nos interesaba el fuerte holandés. Es una parte bonita, pero si has visto muchos fuertes coloniales, quizás no aporte nada nuevo, si no es por la historia que hay detrás.
Y así fuimos poniendo fin a nuestro recorrido por el país. En un tren que une parte de la costa Suroeste hasta Colombo. Desde allí otro tren hasta Katunayake Sur, y previa noche de aeropuertos. Regreso a India. ¡Teníamos ganas de volver a las aventuras del subcontinente indio!