Una vuelta al mundo de dos años nos dejó en casa descansando por unos meses, y aunque aprovechamos para hacer alguna que otra escapadita por España, también nos centramos en otras cosas no relacionadas con el viaje. Esto no iba a durar mucho. Pronto sentimos que teníamos las ganas de colgarnos la mochila y volver a rodar, regresar a una vida nómada ni que tan solo fuera por una semana. De un domingo para el otro nos vimos con un billete de avión destino a Bruselas. Sin más.
En pleno mes de Enero visitamos Bruselas, la capital de Bélgica. No nos impresionó mucho, aunque destacamos que es internacionalmente conocida porque aquí se encuentra la sede del Parlamento Europeo. La Grand Place es la plaza donde se encuentra el ayuntamiento y algunos de los edificios más destacados de la ciudad. Es un buen punto de encuentro. Rápidamente nos dimos cuenta de la importancia arquitectónica e histórica de los edificios que la rodean. Originalmente construidas para acoger a los diferentes gremios, estas casas han sido testigo de todo tipo de acontecimientos. Ahora es un punto de encuentro para turistas y habitantes de la ciudad.
La cantidad de Brasseries que uno encuentra paseando invita a probar alguna de sus tantas variedades de cerveza. La cultura de la cerveza va más allá, y lejos de hacernos expertos en la materia, quisimos degustar algunas. Nos aconsejaron un buen rincón, la Brasserie Le Fleur en Papier Doré, un lugar donde aparte de rezar que tout homme a droit à 24 heures de liberté par jour, tienen un gran surtido de cerveza y una decoración hecha a base de vivencias. Un lugar que invita a degustar de forma distendida alguna de las mejores cervezas belgas.
Hidratados, nos fuimos hasta la azotea del Museo de la Música para tener una vista panorámica de la ciudad. Es algo que se puede hacer completamente gratis. Hay que llegar hasta la entrada principal, subir hasta el caro restaurante, pasar amablemente del camarero que te da la bienvenida e invita a sentarte y dirigirte a la terraza.
Los días en Bruselas no hubieran sido los mismos si no fuera porque Jan aceptó acogernos en su casa. Un tipo al que le encanta acoger a viajeros de todo el mundo. Ya jubilado, de oficio programador pero músico de vocación, sabe tocar el piano, la guitarra y el acordeón con un excelente tacto. Como buen belga le encanta la buena cerveza esa que se degusta a tragos lentos y sin prisas. Por el día, cuando podía, nos acompañaba a recorrer la ciudad y por las noches, mientras cenábamos, entre plato y plato, nos tocaba alguna pieza.
Él nos explicó cómo movernos en tren por Bélgica aprovechando algunos descuentos. Con esta idea de movernos en tren nos fuimos directos hacia Brujas, la ciudad más visitada y admirada por los turistas.
Su nombre puede llevar a confusión, pero no fue ningún lugar de aquelarres ni conjuros de magia negra. Brujas es una ciudad bonita, hecha con mucha gracia y puesto todo como de postal. Los canales que recorren el centro histórico, sus calles empedradas y sus casas flamencas parecen haberse detenido en el tiempo. Aquí nos encontramos con otra anfitriona, Joke, nativa del lugar pero que vivió un tiempo en España. Nos acompañó a pasear por la ciudad mientras compartíamos charlas.
La ruta por Bélgica continuaba hasta Gante. Una ciudad que nos recibió una mañana a -4 ºC bajo cero. Con este frío intenso visitamos los puntos turísticos de la ciudad, como el castillo y la catedral de Gante o el ayuntamiento y la torre Belford. Pero rápidamente fuimos a refugiarnos a casa de Adonis. Este arqueólogo sirio, nos relató durante horas sus mil historias vividas en relación con el ser humano en su lado más cruel y en su lado más humanitario.
Como presentíamos en un principio, no habíamos venido aquí a ser simples espectadores de pueblos bonitos anclados en la edad media. Nuestra razón de viaje esta y sigue estando en sentir, conocer y poder comprender un poco más todo el entresijo de historias que vivimos todas las personas. Seguiremos viajando para seguir aprendiendo.
Datos prácticos Bélgica
¿Cómo nos movimos?
Para llegar al centro de Bruselas desde el aeropuerto hay dos formas, en tren o autobús. El tren, la opción más rápida pero también más cara. Escogimos el autobús y nos salió por 4,5€ por persona.
Para desplazarnos por el país utilizamos los cómodos y puntuales trenes que recorren todo el país. Es tan sencillo como presentarse en taquilla y pedir destinación. También se puede hacer en máquinas automáticas. Hay que tener en cuenta que existen unas fechas concretas en las que las tarifas son reducidas, fines de semana incluidos y si coincidimos nos podemos ahorrar un dinero. Hay un bono de diez viajes llamado Train Go Pass, lo recomendamos para largas distancias y lo puedes usar de forma salteada en el tiempo. Para trayectos cortos o billetes con descuento no lo recomendamos.
Desde Gante, fuimos directos al aeropuerto de Bruselas. Todos los trayectos en tren que lleguen al aeropuerto, se deberá sumar al billete normal la tarifa especial DIABOLO, 5,20€. Si se os olvida, os la harán pagar al acceder al aeropuerto en unas máquinas automáticas.
¿Dónde dormimos?
En la ciudades de Bruselas y Gante utilizamos la red de intercambio Couchsurfing. En Brujas dormimos en un hostel llamado St Christopher’s Inn, el más barato que encontramos en el momento, 16,00 €/persona. Dormimos en habitaciones compartidas de 10 camas con desayuno buffet muy generoso incluido en el precio. Baños compartidos. Todo muy correcto y limpio.