Pusimos rumbo a Maerkang, una ciudad alejada, des de donde se puede llegar a Larung Gar. El trayecto desde Chengdú es muy largo, el paisaje es muy bonito y a medida que se avanza se va adentrando más en las montañas.

Pasamos dos noches en esta ciudad y al segundo día coincidiríamos de nuevo con Dani que justo bajaba de allí y nos animó rotundamente a que subiéramos a experimentar el lugar.

Para llegar hasta Larung Gar hay otro largo trayecto en autobús, el paisaje es de los más bellos y auténticos que hemos visto hasta la fecha. Los pueblos y sus gentes son los verdaderos protagonistas de todo el recorrido. La cultura tibetana se respira en cada rincón, desde la vestimenta de los lugareños hasta los detalles de cada casa. Nada tiene que ver con la cultura han, los chinos que predominan en todo el país.

A medida que más nos acercábamos a la provincia del Tibet, más controles policiales había, al menos cuatro veces tuvimos que bajarnos para poder mostrar nuestro pasaporte y explicar el plan que teníamos, acompañado con varias preguntas curiosas al ser los únicos extranjeros que íbamos en el autobús. No queríamos adentrarnos en el Tibet, se necesita un permiso para ello, solo queríamos llegar hasta Larung Gar.

Largo camino en autobús
Largo camino en autobús

¡Uau! Fue la primera expresión que nos salió, nuestros ojos se quedaron bien abiertos al poder ver el enclave de este lugar. ¡Es magnífico! El color granate de sus casas, los detalles color oro de los templos, el azul tan intenso del cielo y la nieve caída días atrás. ¡Todo brillaba tanto! En la vida habíamos visto un lugar así.

Bienvenidos a Larung Gar
Bienvenidos a Larung Gar

Larung Gar es una ciudad-escuela del budismo, es la más grande del mundo y a ella se acercan tanto aprendices como peregrinos. Durante el camino ya los vimos, y nos sorprendió mucho la penitencia a la que se someten hasta llegar a la ciudad. Con ropajes polvorientos, sus manos y rodillas protegidas con diferentes materiales realizan un largo camino, muchas veces de varios cientos de kilómetros.

Con sus casas de madera apiñadas
Con sus casas de madera apiñadas

Las calles de esta ciudad están repletas de monjes, estudiantes y seguidores del budismo Tibetano. El lugar transmite una paz indescriptible, unos altavoces se encargan de expandir las oraciones en el ambiente como un susurro y el murmullo de los rezos de las personas que van andando. Hay diferentes templos repartidos, de diferentes escuelas y diferenciados por sexo.

Escuela budista
Escuela budista
Monjes entrando y saliendo de la escuela
Monjes entrando y saliendo de la escuela

En el punto más alto de la ciudad se encuentra el más importante y al que todos llegan para voltear las ruedas de oración, la kora.

Muchos fieles se acercan a este lugar sagrado
Muchos fieles se acercan a este lugar sagrado

El primer día conocimos a Cristine, una chica china que venía en nuestro autobús y que más tarde conoceríamos su historia. Había estado hacía unos años como discípula y ahora su visita se centraba en un estudio antropológico y social sobre su cultura. Nos brindó la oportunidad de conocer más profundamente el siguiente acto de esta ciudad: un entierro en el cielo, también conocido como sky burial.

Fuimos andando a través de las montañas hasta llegar a un complejo religioso algo teatral. Después que Cristine nos explicará paso por paso todo el ritual a seguir nos sentamos en la ladera de la montaña a esperar el espectáculo que nos había traído hasta el lugar.

Junto con Cristine
Junto con Cristine
Caminando acompañados de monjes
Caminando acompañados de monjes
Con unas vistas espectaculares a más de 4000 metros
Con unas vistas espectaculares a más de 4000 metros

El entierro en el cielo es una práctica funeraria específica de esta rama del budismo y consiste en devolver a la naturaleza el cuerpo después que éste se haya desprendido del alma.
Los cuerpos residen en casa unos días y cuando el alma ya ha abandonado el cuerpo los traen hasta este lugar para realizar el ritual.

Para los budistas el cuerpo es un mero recipiente del ser y una vez la persona muere pasa a no tener valor. Una vez dispuestos todos los cuerpos, el oficiante del ritual los rebana con un hacha dejando al descubierto músculos y tejidos internos. También se abre el cráneo y se entrega a los familiares parte de éste.

Caminando hacía el templo
Caminando hacía el templo
Templo funerario
Templo funerario

Una quincena de cadáveres fueron descubiertos y dispuestos en el suelo, fueron rebanados uno por uno. Como espectadores nos sorprendió la naturalidad con la que los asistentes, entre ellos los familiares, contemplaban lo que allí sucedía. Para nosotros era una experiencia nueva y la sentimos muy real, con asombro pero a la vez con una extraña sensación de tranquilidad.

Ladera de la montaña
Ladera de la montaña

Para alcanzar el objetivo del ritual, y poder reciclar el cuerpo de los difuntos, varios cientos de buitres se van aglomerando a medida que el olor los va atrayendo. Algunos, impacientes, intentan adelantarse sin éxito. No es hasta que el oficiante de la ceremonia da la señal a los asistentes para que permitan la intrusión de los animales hasta los cuerpos.

Aumenta el número de buitres
Aumenta el número de buitres

Es entonces cuando la nube de polvo, el olor intenso y la naturaleza se mezclan en el ambiente para hacer del todo una única cosa y comprender entonces que tan complejos y poderosos podemos ser mientras vivimos, pero que en morir nuestros cuerpos no son más que eso, carne y hueso. Son los recuerdos y las vivencias las que nos hacen.

Empieza el festín
Empieza el festín

En cuestión de minutos, no quedan más que esqueletos y buitres saciados, con la cabeza roja y retomando el vuelo de vuelta a las alturas. Mañana se repetirá la escena.

Se van retirando
Se van retirando

Como ellos, nosotros nos retiramos, no sin antes desprender de nuestro cuerpo el olor con el humo de una fogata hecha con esa función y aconsejando el ritual nunca mirar hacia atrás, siempre mirar hacia delante. La vida continúa.

Larung Gar
Larung Gar