Des de Xi’An pusimos rumbo hacia Beijing, lo haríamos en tren dividiendo el trayecto en dos etapas. El desplazamiento lo haríamos de noche y pararíamos en Pingyao para visitarla.

El trayecto desde Xi’An hasta esta ciudad dura toda la noche y encontrar un asiento libre es una mera ilusión. Los trenes viajan abarrotados de gente, los pasillos se llenan y el hueco libre donde colocar la mochila o simplemente sentarse es un antojo casi imposible.

Casi imposible porque, al apresurarnos, descubrimos un hueco tranquilo en el vagón restaurante, el pasillo de éste es un buen lugar ya que solo debe pasar el carro de la comida y no dejan estar a mucha gente ahí.

Aunque cada uno nos desplazamos por nuestra cuenta en vagones diferentes, las etapas finales del viaje coincidían con las de Dani, así hicimos la visita de la ciudad junto a él.

Cuando llegamos era pronto por la mañana y aún no había casi nadie por las calles. Sin rumbo fijo, paseamos por la ciudad descubriendo sus rincones y viendo como a medida que avanzaba el día los comercios iban abriendo, las calles se iban llenando de gente y nosotros empezábamos a notar la falta de sueño de la noche anterior.

Pyngao
Pyngao
Muralla de Pyngao
Muralla de Pyngao
Calles llenas de tiendas
Calles llenas de tiendas
Paseando por ellas
Paseando por ellas

Esta ciudad se fundó en el siglo XIV. Su parte antigua conserva gran parte de los edificios de las épocas de las dinastías Ming y Qing.

La ciudad dicen que es una de las mejores conservadas, más auténticas y dónde mejor se puede apreciar la arquitectura antigua china. Sus calles adoquinadas, sus casas típicas y un ambiente tranquilo hacen retroceder en los años, a quién la visita.

Torre de la ciudad
Torre de la ciudad
Junto con Dani
Junto con Dani
Señores contemplando en Pyngao
Señores contemplando en Pyngao