Tábriz, un bazar patrimonio de la humanidad

Antes de cruzar a Armenia, decidimos hacer un alto en el camino en la ciudad de Tábriz. Recorriendo el país mucha gente nos había aconsejado perdernos por su bazar, Patrimonio Mundial de la Humanidad, y donde se fabrican las alfombras más impresionantes de todo Irán. En Irán, la alfombra es un elemento esencial del arte y de la cultura persa, y dependiendo del lugar, tiene un tipo de dibujo u otro. Los locales saben de donde proceden solo con ver este dibujo.

Desde el Kurdistán iraní nos marchamos en un autobús nocturno que en unas cuantas horas, nos dejaría, en la estación de autobuses de Tábriz. Al llegar muy temprano decidimos ir caminando hasta la zona de los hostales económicos. En los alrededores de la calle Mohaqqeqi es donde se encuentran la mayoría de ellos. Después de chequear muchísimos, y donde en la mayoría había que pagar a parte por la ducha, nos decidimos por uno que cumplía lo que buscábamos, eso sí, con derecho a cocina pero no a ducha. No fue ningún problema ya que lo solucionamos lavándonos con la manguera y cubos de agua dentro de los inodoros persas. No era la primera vez que lo hacíamos, ni sería la la última.

Tábriz es una importante ciudad del Norte de Irán y fue parada clave en las caravanas que se dirigían o venían de Turquía recorriendo la Ruta de la Seda. Se puede contemplar perfectamente este carácter comercial en el lugar más destacable de toda la ciudad, su bazar. Es el bazar cubierto más grande del mundo y uno de los más antiguos de Oriente Medio. Sus techos abovedados en ladrillo rojo son magníficos. Como ocurre en otros bazares de Irán, dentro se pueden encontrar auténticos caravanserais y mezquitas antiguas, llamándose así las más importantes Mezquita de Jameh.

Fuimos también a visitar la fortaleza de Arg-e Tábriz, donde solo queda en pie una impresionante entrada, la mezquita azul Masjed-e Kabud y, entre otros, el parque de Golestan, por donde paseábamos por la tarde.

Queríamos llegar en autostop hasta la frontera Norduz, Irán – Armenia, y una mañana pusimos rumbo hasta allí. Nos levantamos temprano para intentar coger un autobús urbano, que por pocos riales, nos sacara de la ciudad. Nuestro intención era llegar al aeropuerto de Tábriz, se encuentra al Norte y a la afueras de la ciudad, y después seguir a dedo.

Cosas del destino y los viajes, en la parada de ese autobús que nos sacaría del centro, intentábamos averiguar qué número teníamos que coger. Preguntando, nadie sabía decirnos cómo llegar. De pronto, nos vimos rodeados de una multitud de gente dispuesta ayudarnos. Unos llamaban a sus hijos, que saben inglés, pero a esas horas de la mañana dormían. Otros, decían números inciertos o ciertos. Y mientras dura todo el follón, aparecen dos ancianos hablando un perfecto inglés. Se acercaron y nos preguntan hacía donde íbamos. Les comentamos la ruta y nos explican qué ellos están de vacaciones en Tábriz y en esa mañana continuarían hacia Jolfa. Nos quedamos petrificados, no podía estar ocurriendo. Jolfa está muchísimo más allá del aeropuerto de Tábriz. Casi lloramos cuando escuchamos que nos podían llevar, y que ellos iban a visitar la iglesia armenia de San Esteban y tenían espacio en el coche. No lo creíamos. Casualidad mágica. Era como encontrar una aguja en un pajar, un milagro del que alucinábamos. Todo ocurrió en una parada de autobús urbano en el centro de Tábriz.

El recorrido en coche hasta Jolfa fue estupendo. Por el camino paramos a desayunar el típico desayuno iraní. Éste suele servirse con té, pan lavash, huevo duro, tomate, pepino, mermelada, queso en crema y miel. Por supuesto, queríamos invitarlos, pero se negaron en rotundo. Conversamos bastante ya que nos extrañó que dos jubilados se marcharan sin sus familias. Nos pareció algo poco usual ya que por lo general en Irán las familias viajan juntas. Su historia nos conmovió, uno de ellos había perdido a la mujer hace poco. El amigo le insistió que debían dejar Teherán y hacer un paréntesis para así recordar viejos tiempos. Nos enseñaban sus fotos de montañeros cuando eran jóvenes, del tiempo que uno de ellos vivió en EE.UU y del regresó a su país natal. Vamos, dos tipos cojonudos.

Nos invitaron a pasar con ellos el resto del día pero desechamos la invitación con mucha tristeza a pesar de que poco nos apetecía cruzar la frontera con Armenia. Debíamos continuar si esa tarde queríamos llegar a Kapan. Quedaba mucho camino por delante.Nos dejaron en un sitio ideal para continuar a dedo, guardamos los contactos y nos despedimos. Enseguida una pareja iraní nos recogió. No iban hasta la frontera pero nos acercaron sin problemas. Eso sí, antes de dejarnos y cruzar a pie, se pararon en una tienda a comprar golosinas para todos: helados, bebidas azucaradas y patatas fritas. Si hasta al cruzar la frontera unos militares iraníes nos dieron unas manzanas verdes… ¿Aún estás pensando que viajar por Irán da miedo?

2 comentarios

  1. Encarna dice:

    Siempre es un placer leer vuestras crónicas y siempre nos quedamos con ganas de más. Parece tan fácil viajar así… pero seguro que no lo es.

    • Hola Encarna,

      ¡No es fácil ni difícil! Detrás de cada uno de los viajes hay meses de preparación y el tener cierta experiencia también ayuda. Como en todo, es empezar y ponerle mucho cariño e ilusión.

      ¡A ver si conseguimos ponernos al día con las crónicas del viaje que llevamos meses de atraso!

      Un abrazo,

      Alberto y Sonia

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GeorgeTown.Bicycle Street Art

Alberto Campaña y Sonia Díaz son los autores de VísteteQueNosVamos, una web que nació en el año 2014 a raíz de un viaje vuelta al mundo. Apasionados de los viajes y de la montaña desde siempre, en un par de ocasiones decidieron dejarlo todo y salieron a conocer el mundo sin billete de vuelta. Una vuelta al mundo los llevó por Nepal, Sudeste Asiático, China, Japón, EE.UU y Sudamérica, recorriendo miles de kilómetros en transporte público, a pie y en autostop. A finales del año 2019 finalizaron su ruta por el Indostán, Asia Oriental y Central, y regresaron a España para comprarse una furgoneta 4x4. La decisión es clara, no quieren parar de viajar.

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